miércoles, 3 de diciembre de 2014

Muro de Berlìn

   Fue una experiencia única ver caer el muro de Berlín. Vivíamos a 200 metros del Check Point Charlie, la entrada a la zona estadounidense durante la ocupación de Alemania al terminar la segunda guerra mundial. Estaba entretenido con mi computadora cuando mi mujer me llamó para decirme que había caído el muro de Berlín. No lo podía creer, aunque un acontecimiento anterior, que paso a relatar enseguida, había anticipado el acontecimiento que solamente unos meses antes hubiese parecido improbable si no imposible. He aquí dicho acontecimiento: participábamos de una cena organizada por el entonces presidente de la República Democrática Alemana, Erich Honecker; el invitado especial era Gorbachov, el Premier ruso. Tomó la palabra Honecker para decir, en otros términos, que el muro duraría diez años más si fuese necesario; casi de inmediato, Gorbachov y su comitiva se retiraron sin decir palabra y un murmullo recorrió el salón: "cayó el muro..."
   No pasó mucho tiempo; tan sólo algunos meses. Entre el 9 y el 10 de noviembre de 1989, la caída del muro de Berlín, que durante veintinueve años había a padres de sus hijos, a esposas de sus maridos, a abuelos y abuelas de sus nietos, era una realidad. Mi curiosidad hizo que me acercara al mencionado paso; los guardias que lo custodiaban nos conocían muy bien, ya que habíamos sido siempre amables con ellos. Después de todo, cumplían con su deber y nunca sabremos si lo hacían a disgusto o no; probablemente algunos sí, pero la mayoría no. Le pregunté al policía si era verdad lo que había escuchado y asintió, de modo que decidí permanecer cerca para ver con mis propios ojos cómo se realizaba este inesperado suceso.
   Apareció el primer alemán oriental; se acercaba lentamente, temeroso, con su pasaporte en la mano; su rostro reflejaba una mezcla indescriptible de miedo y esperanza. Pero la alegría iluminó todo su ser cuando el policía selló el documento y lo autorizó a pasar. ¡A pasar a Berlín Occidental!
   Una media hora más tarde, tal vez un poco menos, se formó a la entrada del Check Point Charlie una cola de alrededor de cuatrocientas personas; crucé con ellas experimentando casi la misma alegría que sentían los alemanes, para asistir a algunas escenas insólitas. En primer lugar, Alemania Federal regaló doscientos marcos occidentales a cada uno delos recién llegados